Domingo 20 de agosto, son las 9.30 y hemos de embarcar dirección Madrid. Estamos muy despiertos y con ganas de que el viaje se haga lo más corto posible, pero cuando el trayecto dura 7 horas más la hora de Madrid, eso es casi imposible.Todo va perfecto, cogemos el avión sin problemas, el vuelo es puntual y llegamos a Madrid en algo menos de 50 minutos. Nos dirigimos a almorzar pues los cuatro íbamos algo hambrientos. Un bocadillo de jamón y queso, sin tomate claro, pero cuando el estómago está vacío, cualquier cosa sienta bien. Todavía nos queda un buen rato de espera, el avión sale a las 14.30. Nos damos una vuelta por el aeropuerto de Madrid, compramos algunas cosillas para amenizar el viaje (chicles, caramelos, revistas, libros). Nos separamos de los chicos y a Estefanía y a mí nos ocurren varios hechos relacionados con unas monjitas, muy graciosos, anécdotas de vacaciones. Todavía me estoy riendo de aquello. Ya en el avión, los nervios comenzaron a recorrer todo mi cuerpo. Odio el avión, le tengo pánico. El vuelo fue bastante tranquilo (mucho más que el de vuelta). Me leí el libro que compré en Madrid, El palacio de las tinieblas de Carlos Ruiz Zafon. Vi las películas y series que pusieron y no pude dormir casi nada, los nervios me lo prohibían. La comida era la misma que la del año pasado, la recuerdo perfectamente: ensalada de arroz de primero, pasta con carne de segundo y de postre un trocito de pastel de chocolate.
Llegamos a Cancún,
a eso de las 18 de la tarde. A R. y E. les tocó el semáforo rojo del aeropuerto de Cancún, pero se portaron muy bien y no les hicieron remover la maleta mucho. Todo estaba resultando bastante bien. Robert y yo sentíamos un cosquilleo especial, porque todo nos recordaba nuestra luna de miel, y todo lo que vivimos allí. Una hora de camino, y estaríamos en nuestro destino definitivo, el Gran Palladium Kantenah (aunque después comprobaríamos que nos habían cambiado a la zona Colonial). Estábamos cansados y pasamos algo de frió en el autocar, y todos deseábamos llegar ya. Lo primero que hicimos tras chequear nuestras estancias, fue ir a tomar nuestro primer cóctel, ¡cómo no! Después fuimos a dejar las maletas en nuestras respectivas habitaciones. Este año estábamos en una habitación estándar, pero era genial igualmente, y prácticamente igual de grande que las mayas suites. Nos habían preparado sobre la cama, unas toallas en forma de cisnes, que al unirse formaban un corazón, y es que habíamos dicho que éramos luna mieleros, por eso teníamos también la típica cesta de frutas junto a una botella de tequila (que mentirosos somos, je, je).Después de chafardear las habitaciones, nos fuimos a cenar. Para nuestra desgracia, la cena temática de los domingos era “España”, pero no pensamos lo mismo una semana después, cuando un simple trocito de lomo embuchado, nos parecía una delicia exquisita, por no decir de la paella. Después de cenar, un cafecito en el bar del teatro, y nuestro primer tequila. “For our!” (otra anécdota). Después, ya cansados, nos retiramos a nuestras respectivas habitaciones para deshacer las maletas y dormir un poco.
Lunes 21, es mi cumpleaños. Con el tema del vuelo, lo celebré 2 días prácticamente, aunque no recibí ningún regalo ni sorpresa de nadie, eso sí, llamadas y mensajes unos cuantos, pero fue un cumpleaños muy especial por estar en México. El plan era claro: desayuno, reunión con el tour operador “Travelplan” y visita a Playa del Carmen para comparar excursiones. En la reunión de Travelplan, conocimos a los que luego serian nuestros nuevos compañeros de viaje. Ellos cuatro se convencieron para no contratar las excursiones con Travelplan, y acabaron haciéndolo en la misma agencia que nosotros, e incluso contratamos la mayoría para disfrutarlas juntos. Este año, en el hotel había muchísimos cambios, y uno de ellos era la agencia de excursiones Magic Tours. Tras comparar varias agencias nos decantamos por ellos, pues nos ofrecían seguridad, buenas excursiones y cercanía por si había cualquier problema. Pero esto no fue hasta la tarde, ya que después de la reunión, fuimos a Playa del Carmen. Robert y yo sabíamos que cualquier lugar que pisásemos, nos traería viejos recuerdos, y así sucedió con Playa. Nos acercamos a la 5ª avenida, tras haber deleitado a R. y E. a con su primer viaje en Van. Todavía recuerdo las frases preparadas de nuestros amigos mexicanos: "¡qué pasa nen!, más barato que en el Carrefour, farlopa pa la tropa", etc finalmente resultan pesados, pero el primer día hacen mucha gracia. Nos dirigimos a Infocenter y posteriormente a Sergio Tours, dos de las agencias que me habian recomendado en este foro. Pero ninguna de las dos nos convenció. Regresamos al hotel decepcionados, pero ya habíamos visto la publicidad de Magic Tours, así que después de comer, nos fuimos para allí para, finalmente, contratar la excursión de Chichen Itza. Como al día siguiente nos ibamos a Chichen, no nos fuimos a dormir tarde.
Chichen Itza
Martes 22. Desayuno y marchamos hacia Chichen Itza, nos esperan 2 horas de camino, aunque este año estaba mucho mejor la carretera, y se hizo más llevable. Estuvo muy bien el haber hecho la excursión dos veces, pues pudimos ver cosas que el año pasado no vimos y viceversa. Y lo mismo pasó con las explicaciones. La pena es que la pirámide tenia cerrado el acceso tanto por dentro como por fuera, y parece ser que es definitivo (hay muchas versiones sobre este tema). Comimos en una hacienda mexicana, preparada para la gente de las excursiones pues tenia un gran comedor e incluso un mini escenario, donde nos realizaron un baile típico mexicano. Luego, a bañarnos al cenote. Regresamos al hotel a eso de las 18 de la tarde, y fue entonces cuando decidimos contratar el resto de excursiones con Magic Tours, pues la de Chichen nos había gustado bastante. Tras una ducha y la cena temática en El Dorado (una carne buenísima, lástima del timo del vinito, siempre lo recordaremos como la gran timada del siglo: 45 dólares un Marques de Riscalt), decidimos ir a la discoteca. La habían cambiado de sitio y era el triple de grande que el año pasado. Para ir, tuvimos que coger un mini tren, que el hotel ha puesto, pues ahora el complejo turístico es tan grande, que desplazarse de un lugar a otro implica unos cuantos minutos de paseo. Después de unas cervezas y cubatas, nos fuimos a dormir.
Miércoles 23. En principio teníamos día de descanso en el hotel, pero por la mañana nos fuimos a la playa del mismo, y decidimos coger unos kayak’s (1 gratuita al día) para amenizar el día. No resultó como esperábamos, pues esa mañana nos marcó bastante, especialmente a Robert. Nos separamos chicos y chicas, y nos adentramos en el mar, separado por unas boyas que delimitaban la zona de bañistas y la de deportes de agua, así como también la zona de oleaje y de arrecife. R. y Robert se adelantaron y no nos esperaron. Nosotras quisimos alcanzarlos y lo conseguimos, pero sin darnos cuenta nos metimos en la zona de oleaje. Inmediatamente, quisimos dar la vuelta para alejarnos de aquella zona, puesto que los monitores de allí ya nos habían advertido del peligro. Sin embargo al girar, nos quedamos paralelas a las olas, y una de ellas nos volcó. Quedamos boca abajo pero pudimos salir con algo de esfuerzo. Intentamos subir de nuevo al kayak, pero no había manera, la corriente era fuerte y una ola tras otra, nos volvía a hundir. Los chicos al vernos, decidieron venir a nuestro rescate, pero cuando ya estaban a unos metros, una ola los arrastró con fuerza hacia nosotras, pasándonos por encima. Pasamos mucho miedo en ese momento. Ellos habían volcado también, pero lograron subir a su kayak, e incluso coger el nuestro, que ya hacia rato que habíamos perdido. Sin embargo nosotras, agarradas a la cuerda de las boyas, nos íbamos arrastrando poco a poco, y perdiendo fuerzas por momentos. Finalmente un socorrista vino a buscarnos. Nos trajo nuestro kayak e intento ayudarnos a subir, pero no resultó, y acabamos los tres en el agua. Así que otro socorrista vino en nuestra ayuda. Esta vez, decidimos que el socorrista del kayak, se llevara el suyo y el nuestro, y mientras tanto nosotras nos fuimos nadando con el otro soco hacia la orilla. Cuando tocamos la arena, nos pareció increíble. Estábamos cansadísimas. Entonces ya nos pusimos a reír por todo lo pasado. Resultado final de aquella mini aventura: unos arañazos en la cara y en la rodilla por mi parte; las gafas de sol, un pendiente y la tobillera de E. perdidos en el mar; R. con la muñeca abierta y Robert con un gran dolor en las costillas, acompañados de un moratón bastante grande y en forma del símbolo de la Nike. De allí nos fuimos a quitarnos la arena en la piscina del hotel y relajarnos un poquito, y a tomar un cóctel para descansar un buen rato. Menuda mañana vivimos. Por la tarde, los chicos se fueron a jugar a padel y a fútbol. Nosotras a una clase de cócteles. Lo pasamos muy bien, pero bebimos como unas borrachillas, cada cóctel que se hacia, teníamos que probarlo y puntuarlo, así que os podéis imaginar, nos tomamos unos 6 o 7 chupitos de cócteles (allí vimos al animador más guapo de todo el complejo turístico: el morenazo de Diego). Por la noche, teníamos la cena de Luna Mieleros. Cambiaron el lugar de enclave, y cenamos en la zona nueva, concretamente en La Laguna. La cena estuvo muy bien, pero demasiada comida, casi no pudimos con todo, de echo, nos fuimos antes de tomar el cava, y eso que a los 4 nos gusta bastante. De ahí a tomar otro cafecito y para la cama. Fue un día muy largo e intenso.
Sian Kann
Jueves 24. Excursión a Sian Kaan, una de las mayores reservas de la biosfera. Una vez llegamos a la entrada, Robert cogió el volante del Jeep. Un camino lleno de baches y charcos. Llegados a la playa, cogimos las barcas que nos llevarían más tarde a Isla Pájaros. Antes hacemos una paradita en mitad del océano, para comprobar las rarezas de la geografía, pues hacíamos pie en mitad del mar. Luego continuamos nuestro viaje para observar diversas variedades de pájaros y una isla formada por manglares. Muy bonito, aunque algo sucio y mal oliente, pues los excrementos de los pájaros predominaban en aquellas aguas medio estancadas. Volvemos hacia el mar para hacer snorkel. Pudimos ver tortugas blancas y delfines en estado salvaje. Al acabar la excursión, nos dieron de comer en la playa. Antes de marchar de allí, pudimos ver un cocodrilo en la laguna. A la llegada en el hotel, las cuatro parejas nos dimos un bañito en la piscina principal del lado Kantenah. Unos cócteles mientras veíamos como el sol se escondía tras el hotel, para después acercarnos a las habitaciones, darnos una duchita y salir a cenar.
Nohox
Viernes 25. ¡Nohox nos espera! Por fin una excursión de aventura total, desde el año pasado que ansiábamos esta excursión, aunque a Robert y a mí nos gustaron todas y cada una de ellas. Esta excursión fue muy completa: primero nos llevaron en van hasta la playa, allí cogimos unos kayak’s (esta vez fuimos en parejas y no nos pasó nada) para adentrarnos en el mar. Dejamos los kayak’s atados, para comenzar el snorkel. Unas horitas para regresar a los kayak’s, y volver a la orilla. Allí nos esperaban zumos y fruta. A continuación, nos fuimos a nadar a dos cenotes, pero ya no íbamos en van, si no que cogíamos unas camionetas militares, que seria el deleite de todos (excepto para E.! je,je). Aquel viaje fue el más aventurero de todos. La península del Yucatán se caracteriza por no tener montañas, por ser plana, pero también por su suelo rocoso, suelo que en algunas zonas es bastante inestable. El trayecto con el camión militar fue espectacular. El primer cenote al que entramos, era pequeño pero tenia un gran encanto. Allí hicimos un ratito de snorkel pero salimos rápido. Luego fuimos al segundo cenote, mucho más grande, y allí hicimos una ruta por los caminos subterráneos, haciendo snorkel todo el rato. Prácticamente a obscuras y con una extraña corriente que nos arrastraba, pudimos ver la belleza del fondo marino y de aquella cavidad subterránea, con estalagmitas y estalactitas, e incluso con pequeños murciélagos. A la salida otra de las anécdotas del viaje: la cuerda del valor, o al menos para R., V. y sobretodo, para mí. Todos pudieron reír a gusto a costa de mí, cuando intenté tirarme con la cuerda al cenote. De regreso al hotel, como era tarde, los restaurantes habían cerrado, y sólo nos quedaba la opción de comer en los bares de la playa (abiertos las 24 horas del día). Nos decantamos por el bar Punta Emilia. Robert y R. comieron un plato combinado de Empanada, y E. y yo uno de pescado. Allí nos tomamos un par de cervecitas. Luego nos fuimos a la piscina a darnos un bañito. Estábamos muy animados, y decidimos darnos una ducha rápida para que no se nos pasara la excitación, y así poder continuar la fiesta. Ya limpitos y con las mismas ganas de juerga que antes del baño, nos dirigimos hacia el bar de la recepción del Kantenah, allí comenzamos con lo que seria nuestra noche de tequilas. Después de ese bar, y de la tequileria, nos fuimos al sport bar (la antigua discoteca ahora reformada en un bar con billares). Allí continuamos nuestra hazaña de tomar, uno tras otro, chupitos de tequila, por cierto, en México no se puede decir chupito, si no vasito, ya que el chupito para ellos es otra cosa ¿os lo imagináis? Robert fue el primero en caer, luego E., y posteriormente y de golpe, R. y yo. Antes de eso, todavía tuvimos tiempo de disfrutar de una sesión espontánea de magia, con nuestro amigo el mago-superman. Nos fuimos para las habitaciones, haciendo eses y con la sensación de que al día siguiente, nada ni nadie, nos levantaría de la cama.
Playa del Carmen
Sábado 26. Teniamos planeada una excursión a Playa del Carmen, que nos han regalado la agencia de viajes. Era algo corto y sin mucho interés, pero ya que lo regalan... Primero nos llevan por la zona residencial de Playacar. Se podría decir que es la zona pija de Playa del Carmen, con preciosas casas unifamiliares, y hoteles por todas bandas. De allí nos llevaron a la quinta avenida, para que pudieramos comprar, pero antes nos hacen una paradita en una joyería, donde nos regalan una pulsera (de oro del que cagó el moro) y un vale para un sorteo de un colgante con un diamante. No nos tocó ni a E. ni a mi. Dedicamos la mañana a hacer las compras de recuerdos (yo casi no vi diferencia con Chichen o VAlladolid, sólo hay que saber buscar y regatear). Antes de marchar, hicimos un par de cervecitas en el bar donde habíamos quedado con todos, allí charlamos con el conductor del autocar, un señor muy majo y muy entendido en música. Nos comentó que hay un bar del grupo musical Los Jaguares (por España no han sonado mucho, pero Robert los conocia, para los mexicanos son como Maná), y que si vamos, seguramente nos harían de camareros los propios músicos. Volvemos al hotel, comemos, y nos vamos a las piscinas. Por la noche tenemos cena temática en el Rodicio, donde hacen comida brasileña (de los 4 que ibamos, a mi fue a quien más le gustó, a Robert en cambio, no le gustó nada).Domingo 27. Volvemos a tener un día de descanso para disfrutar del hotel. Nos vamos a la playa del hotel , para coger una Banana (también gratuita 1 hora al día). Realmente divertido, aunque Robert y yo nos caímos bastantes veces al agua. Después piscinas, cócteles, más piscinas y comida. Decidimos que como esa tarde no teníamos nada que hacer, y en el hotel ya lo habíamos hecho prácticamente todo, iríamos a pasear por Playa del Carmen, pero esta vez de noche. Fue una idea bastante buena, pues el ambiente nocturno de este lugar, le da un toque muy especial, lo recomiendo. Hicimos las últimas compras, y nos acercamos a tomar unas cervezas al bar de los Jaguares. Como nos dijo el conductor el día anterior, nos sirvió uno de los músicos del grupo, un chico majísimo que luego se ofreció a hacernos una foto y todo. También estuvimos en un bar roquero, pero ahí nos metieron una clavada por 8 cervezas que no veas.
Tulum , Xel-la
Lunes 28. De nuevo volvemos a la rutina de las excursiones, ya teníamos ganas después de dos días tan relajados. En esta ocasión el destino es Tulum y el parque de Xel-ha. Pese a haberla visto el año pasado, este año conseguimos una explicación del bello lugar, lástima que no pudiéramos haber visto el amanecer desde aquella playa, debe ser precioso. Posteriormente nos dirigimos al parque natural de Xel-ha, otro de los sitios que nos quedamos con las ganas de ver el año pasado. Xel-ha es un parque precioso, a simple vista parece pequeño, pero sólo hay que empezar a caminar, para darse cuenta de lo grande que es. Lo primero que hicimos fue (a parte de cambiarnos y quedarnos en trajes de baño) acercarnos hasta el lugar donde podíamos coger unas bicis, para seguir el camino hasta la parte más alta del parque. Desde allí, bajaríamos de nuevo hasta abajo, con la ayuda de unos flotadores gigantes. Por mitad del camino de ida, algunos nos atrevimos a probar la Piedra del Valor, que consistía en saltar desde cinco metros de altura al agua (hay dos, uno más alto que el otro). A la bajada con los flotadores, E. y yo nos subimos a la Trepachanga, dos cuerdas paralelas, sobre el río de Xel-ha. El equilibrio nos puso a prueba, y yo conseguí vencerlo. Al llegar de nuevo a la parte de abajo, fuimos a comer y reponer fuerzas para la próxima actividad (a nosotros nos recomendaron el buffet libre, pero yo hago todo lo contrario, mejor ir a los otros restaurantes, aunque tengáis que esperar más). Cogimos los equipos de snorkel y nos fuimos a la zona donde se unía el agua salada del mar, con el agua dulce de la laguna. Allí, el tamaño de los peces era de escándalo, tanto, que fui incapaz de hacerle una foto en condiciones a las decenas de peces que nos encontramos, ya que por su enorme dimensión, realmente me daban miedo. Cuando acabamos el snorkel nos dimos cuenta que era la hora de regresar a la van. Por la noche, teníamos de nuevo cena temática, la ultima de nuestra estancia en el Gran Palladium. Esta vez tocaba el japonés, el Sumptuori. Este año, pese a repetir restaurante, conseguimos reservar en la zona en la que el cocinero te hace la comida delante de ti. Un espectáculo. La comida muy buena.
Xcaret,
Martes 29. Me despierto a las 6.45 de la mañana. Teníamos contratada la excursión del parque de Xcaret, junto con el nado con delfines, que era a las 10 de la mañana, por lo que teníamos que estar allí una hora antes, para poder hacer la confirmación. Habíamos quedado a las 7.45 en la recepción del Kantenah, con una de las otras parejas. El transporte corría por nuestra cuenta, pues no lo contratamos. Antes de despertarme, Robert se había levantado. Yo lo escuché y sólo abrí un ojo para decirle “Robert, mira los billetes de avión”. Llevábamos una semana diciendo que teníamos que mirar los billetes de avión, para saber la hora de llegada a Barcelona, pues tenia que decírselo a mis padres, que eran los que nos vendrían a buscar a los cuatro. Menos mal que los miramos, pues nos llevamos una sorpresa, aunque no fue una buena sorpresa, sino todo lo contrario. Nos marchábamos ese mismo día. Todos habíamos estado confundidos durante toda la estancia, pues creíamos que el día de salida era el miércoles 30, para llegar el 31 a Barcelona. Nos pusimos hiper-nerviosos. Le dije a Robert que llamara a R. para darle el sorpresón. Inmediatamente, nos encontramos donde siempre y nos dirigimos a la recepción para convencer a la otra pareja, que no podían marcharse hasta que no anulásemos nuestras excursiones en la agencia, pues ellos eran los que tenían el billete, y era para los seis. Finalmente, los convencimos y esperamos hasta que abrieron la agencia. El chico que nos atendió fue muy amable y nos los arreglo todo para que ellos se pudieran ir a Xcaret, y a nosotros devolvernos el dinero (por cierto, hoy día 12 de septiembre de 2006, lo hemos cobrado). Ya un poco más tranquilos, aunque enfadados por el despiste, nos fuimos a desayunar. Tras llenar el estomago, pues era nuestro ultimo desayuno allí, nos fuimos a las habitaciones a hacer las maletas. Lo dejamos todo preparado para en la ultima hora, poder ducharnos en los vestuarios que tienen preparados el hotel para estos casos. Nos fuimos a la piscina grande, y al bar de la misma a tomar los últimos cócteles de despedida. Luego, visitamos el SPA. Era enorme, y no tenia nada que envidiar a los mejores de España. Allí nos relajamos y nos quitamos los nervios de la mañana. Fuimos a comer y por ultimo, a ducharnos. Antes de subir al autocar, el ultimo cóctel mexicano de nuestras vacaciones. El vuelo salía a las 16 horas, pero nos avisaron que había un retraso de unas horas. No embarcamos hasta las 17.30. Para colmo, al subir al avión nos avisaron que, debido al Huracán Ernesto, debíamos desviar la ruta hacia Jamaica, por lo que el viaje se alargaría una hora y media más. Pasamos casi todo el viaje durmiendo, excepto en los momentos de la comida y desayuno. Al llegar a Madrid, nos avisaron que habíamos perdido el vuelo de enlace a Barcelona. Parecía que la buena suerte de la ida, no la estábamos teniendo a la vuelta. El lío para recoger las maletas fue aun peor. Creíamos que las perdíamos. Tuvimos que facturarlas de nuevo, y pasar todos los controles otra vez. Finalmente, llegamos a Barcelona sanos y salvos el miércoles 30 de agosto, tras un último vuelo algo movidito. Mis padres nos esperaban allí ansiosos. Por fin habíamos disfrutado de nuestra luna de miel en México, aunque un año mas tarde.
Llegamos a Cancún,
a eso de las 18 de la tarde. A R. y E. les tocó el semáforo rojo del aeropuerto de Cancún, pero se portaron muy bien y no les hicieron remover la maleta mucho. Todo estaba resultando bastante bien. Robert y yo sentíamos un cosquilleo especial, porque todo nos recordaba nuestra luna de miel, y todo lo que vivimos allí. Una hora de camino, y estaríamos en nuestro destino definitivo, el Gran Palladium Kantenah (aunque después comprobaríamos que nos habían cambiado a la zona Colonial). Estábamos cansados y pasamos algo de frió en el autocar, y todos deseábamos llegar ya. Lo primero que hicimos tras chequear nuestras estancias, fue ir a tomar nuestro primer cóctel, ¡cómo no! Después fuimos a dejar las maletas en nuestras respectivas habitaciones. Este año estábamos en una habitación estándar, pero era genial igualmente, y prácticamente igual de grande que las mayas suites. Nos habían preparado sobre la cama, unas toallas en forma de cisnes, que al unirse formaban un corazón, y es que habíamos dicho que éramos luna mieleros, por eso teníamos también la típica cesta de frutas junto a una botella de tequila (que mentirosos somos, je, je).Después de chafardear las habitaciones, nos fuimos a cenar. Para nuestra desgracia, la cena temática de los domingos era “España”, pero no pensamos lo mismo una semana después, cuando un simple trocito de lomo embuchado, nos parecía una delicia exquisita, por no decir de la paella. Después de cenar, un cafecito en el bar del teatro, y nuestro primer tequila. “For our!” (otra anécdota). Después, ya cansados, nos retiramos a nuestras respectivas habitaciones para deshacer las maletas y dormir un poco.
Lunes 21, es mi cumpleaños. Con el tema del vuelo, lo celebré 2 días prácticamente, aunque no recibí ningún regalo ni sorpresa de nadie, eso sí, llamadas y mensajes unos cuantos, pero fue un cumpleaños muy especial por estar en México. El plan era claro: desayuno, reunión con el tour operador “Travelplan” y visita a Playa del Carmen para comparar excursiones. En la reunión de Travelplan, conocimos a los que luego serian nuestros nuevos compañeros de viaje. Ellos cuatro se convencieron para no contratar las excursiones con Travelplan, y acabaron haciéndolo en la misma agencia que nosotros, e incluso contratamos la mayoría para disfrutarlas juntos. Este año, en el hotel había muchísimos cambios, y uno de ellos era la agencia de excursiones Magic Tours. Tras comparar varias agencias nos decantamos por ellos, pues nos ofrecían seguridad, buenas excursiones y cercanía por si había cualquier problema. Pero esto no fue hasta la tarde, ya que después de la reunión, fuimos a Playa del Carmen. Robert y yo sabíamos que cualquier lugar que pisásemos, nos traería viejos recuerdos, y así sucedió con Playa. Nos acercamos a la 5ª avenida, tras haber deleitado a R. y E. a con su primer viaje en Van. Todavía recuerdo las frases preparadas de nuestros amigos mexicanos: "¡qué pasa nen!, más barato que en el Carrefour, farlopa pa la tropa", etc finalmente resultan pesados, pero el primer día hacen mucha gracia. Nos dirigimos a Infocenter y posteriormente a Sergio Tours, dos de las agencias que me habian recomendado en este foro. Pero ninguna de las dos nos convenció. Regresamos al hotel decepcionados, pero ya habíamos visto la publicidad de Magic Tours, así que después de comer, nos fuimos para allí para, finalmente, contratar la excursión de Chichen Itza. Como al día siguiente nos ibamos a Chichen, no nos fuimos a dormir tarde.
Chichen Itza
Martes 22. Desayuno y marchamos hacia Chichen Itza, nos esperan 2 horas de camino, aunque este año estaba mucho mejor la carretera, y se hizo más llevable. Estuvo muy bien el haber hecho la excursión dos veces, pues pudimos ver cosas que el año pasado no vimos y viceversa. Y lo mismo pasó con las explicaciones. La pena es que la pirámide tenia cerrado el acceso tanto por dentro como por fuera, y parece ser que es definitivo (hay muchas versiones sobre este tema). Comimos en una hacienda mexicana, preparada para la gente de las excursiones pues tenia un gran comedor e incluso un mini escenario, donde nos realizaron un baile típico mexicano. Luego, a bañarnos al cenote. Regresamos al hotel a eso de las 18 de la tarde, y fue entonces cuando decidimos contratar el resto de excursiones con Magic Tours, pues la de Chichen nos había gustado bastante. Tras una ducha y la cena temática en El Dorado (una carne buenísima, lástima del timo del vinito, siempre lo recordaremos como la gran timada del siglo: 45 dólares un Marques de Riscalt), decidimos ir a la discoteca. La habían cambiado de sitio y era el triple de grande que el año pasado. Para ir, tuvimos que coger un mini tren, que el hotel ha puesto, pues ahora el complejo turístico es tan grande, que desplazarse de un lugar a otro implica unos cuantos minutos de paseo. Después de unas cervezas y cubatas, nos fuimos a dormir.
Miércoles 23. En principio teníamos día de descanso en el hotel, pero por la mañana nos fuimos a la playa del mismo, y decidimos coger unos kayak’s (1 gratuita al día) para amenizar el día. No resultó como esperábamos, pues esa mañana nos marcó bastante, especialmente a Robert. Nos separamos chicos y chicas, y nos adentramos en el mar, separado por unas boyas que delimitaban la zona de bañistas y la de deportes de agua, así como también la zona de oleaje y de arrecife. R. y Robert se adelantaron y no nos esperaron. Nosotras quisimos alcanzarlos y lo conseguimos, pero sin darnos cuenta nos metimos en la zona de oleaje. Inmediatamente, quisimos dar la vuelta para alejarnos de aquella zona, puesto que los monitores de allí ya nos habían advertido del peligro. Sin embargo al girar, nos quedamos paralelas a las olas, y una de ellas nos volcó. Quedamos boca abajo pero pudimos salir con algo de esfuerzo. Intentamos subir de nuevo al kayak, pero no había manera, la corriente era fuerte y una ola tras otra, nos volvía a hundir. Los chicos al vernos, decidieron venir a nuestro rescate, pero cuando ya estaban a unos metros, una ola los arrastró con fuerza hacia nosotras, pasándonos por encima. Pasamos mucho miedo en ese momento. Ellos habían volcado también, pero lograron subir a su kayak, e incluso coger el nuestro, que ya hacia rato que habíamos perdido. Sin embargo nosotras, agarradas a la cuerda de las boyas, nos íbamos arrastrando poco a poco, y perdiendo fuerzas por momentos. Finalmente un socorrista vino a buscarnos. Nos trajo nuestro kayak e intento ayudarnos a subir, pero no resultó, y acabamos los tres en el agua. Así que otro socorrista vino en nuestra ayuda. Esta vez, decidimos que el socorrista del kayak, se llevara el suyo y el nuestro, y mientras tanto nosotras nos fuimos nadando con el otro soco hacia la orilla. Cuando tocamos la arena, nos pareció increíble. Estábamos cansadísimas. Entonces ya nos pusimos a reír por todo lo pasado. Resultado final de aquella mini aventura: unos arañazos en la cara y en la rodilla por mi parte; las gafas de sol, un pendiente y la tobillera de E. perdidos en el mar; R. con la muñeca abierta y Robert con un gran dolor en las costillas, acompañados de un moratón bastante grande y en forma del símbolo de la Nike. De allí nos fuimos a quitarnos la arena en la piscina del hotel y relajarnos un poquito, y a tomar un cóctel para descansar un buen rato. Menuda mañana vivimos. Por la tarde, los chicos se fueron a jugar a padel y a fútbol. Nosotras a una clase de cócteles. Lo pasamos muy bien, pero bebimos como unas borrachillas, cada cóctel que se hacia, teníamos que probarlo y puntuarlo, así que os podéis imaginar, nos tomamos unos 6 o 7 chupitos de cócteles (allí vimos al animador más guapo de todo el complejo turístico: el morenazo de Diego). Por la noche, teníamos la cena de Luna Mieleros. Cambiaron el lugar de enclave, y cenamos en la zona nueva, concretamente en La Laguna. La cena estuvo muy bien, pero demasiada comida, casi no pudimos con todo, de echo, nos fuimos antes de tomar el cava, y eso que a los 4 nos gusta bastante. De ahí a tomar otro cafecito y para la cama. Fue un día muy largo e intenso.
Sian Kann
Jueves 24. Excursión a Sian Kaan, una de las mayores reservas de la biosfera. Una vez llegamos a la entrada, Robert cogió el volante del Jeep. Un camino lleno de baches y charcos. Llegados a la playa, cogimos las barcas que nos llevarían más tarde a Isla Pájaros. Antes hacemos una paradita en mitad del océano, para comprobar las rarezas de la geografía, pues hacíamos pie en mitad del mar. Luego continuamos nuestro viaje para observar diversas variedades de pájaros y una isla formada por manglares. Muy bonito, aunque algo sucio y mal oliente, pues los excrementos de los pájaros predominaban en aquellas aguas medio estancadas. Volvemos hacia el mar para hacer snorkel. Pudimos ver tortugas blancas y delfines en estado salvaje. Al acabar la excursión, nos dieron de comer en la playa. Antes de marchar de allí, pudimos ver un cocodrilo en la laguna. A la llegada en el hotel, las cuatro parejas nos dimos un bañito en la piscina principal del lado Kantenah. Unos cócteles mientras veíamos como el sol se escondía tras el hotel, para después acercarnos a las habitaciones, darnos una duchita y salir a cenar.
Nohox
Viernes 25. ¡Nohox nos espera! Por fin una excursión de aventura total, desde el año pasado que ansiábamos esta excursión, aunque a Robert y a mí nos gustaron todas y cada una de ellas. Esta excursión fue muy completa: primero nos llevaron en van hasta la playa, allí cogimos unos kayak’s (esta vez fuimos en parejas y no nos pasó nada) para adentrarnos en el mar. Dejamos los kayak’s atados, para comenzar el snorkel. Unas horitas para regresar a los kayak’s, y volver a la orilla. Allí nos esperaban zumos y fruta. A continuación, nos fuimos a nadar a dos cenotes, pero ya no íbamos en van, si no que cogíamos unas camionetas militares, que seria el deleite de todos (excepto para E.! je,je). Aquel viaje fue el más aventurero de todos. La península del Yucatán se caracteriza por no tener montañas, por ser plana, pero también por su suelo rocoso, suelo que en algunas zonas es bastante inestable. El trayecto con el camión militar fue espectacular. El primer cenote al que entramos, era pequeño pero tenia un gran encanto. Allí hicimos un ratito de snorkel pero salimos rápido. Luego fuimos al segundo cenote, mucho más grande, y allí hicimos una ruta por los caminos subterráneos, haciendo snorkel todo el rato. Prácticamente a obscuras y con una extraña corriente que nos arrastraba, pudimos ver la belleza del fondo marino y de aquella cavidad subterránea, con estalagmitas y estalactitas, e incluso con pequeños murciélagos. A la salida otra de las anécdotas del viaje: la cuerda del valor, o al menos para R., V. y sobretodo, para mí. Todos pudieron reír a gusto a costa de mí, cuando intenté tirarme con la cuerda al cenote. De regreso al hotel, como era tarde, los restaurantes habían cerrado, y sólo nos quedaba la opción de comer en los bares de la playa (abiertos las 24 horas del día). Nos decantamos por el bar Punta Emilia. Robert y R. comieron un plato combinado de Empanada, y E. y yo uno de pescado. Allí nos tomamos un par de cervecitas. Luego nos fuimos a la piscina a darnos un bañito. Estábamos muy animados, y decidimos darnos una ducha rápida para que no se nos pasara la excitación, y así poder continuar la fiesta. Ya limpitos y con las mismas ganas de juerga que antes del baño, nos dirigimos hacia el bar de la recepción del Kantenah, allí comenzamos con lo que seria nuestra noche de tequilas. Después de ese bar, y de la tequileria, nos fuimos al sport bar (la antigua discoteca ahora reformada en un bar con billares). Allí continuamos nuestra hazaña de tomar, uno tras otro, chupitos de tequila, por cierto, en México no se puede decir chupito, si no vasito, ya que el chupito para ellos es otra cosa ¿os lo imagináis? Robert fue el primero en caer, luego E., y posteriormente y de golpe, R. y yo. Antes de eso, todavía tuvimos tiempo de disfrutar de una sesión espontánea de magia, con nuestro amigo el mago-superman. Nos fuimos para las habitaciones, haciendo eses y con la sensación de que al día siguiente, nada ni nadie, nos levantaría de la cama.
Playa del Carmen
Sábado 26. Teniamos planeada una excursión a Playa del Carmen, que nos han regalado la agencia de viajes. Era algo corto y sin mucho interés, pero ya que lo regalan... Primero nos llevan por la zona residencial de Playacar. Se podría decir que es la zona pija de Playa del Carmen, con preciosas casas unifamiliares, y hoteles por todas bandas. De allí nos llevaron a la quinta avenida, para que pudieramos comprar, pero antes nos hacen una paradita en una joyería, donde nos regalan una pulsera (de oro del que cagó el moro) y un vale para un sorteo de un colgante con un diamante. No nos tocó ni a E. ni a mi. Dedicamos la mañana a hacer las compras de recuerdos (yo casi no vi diferencia con Chichen o VAlladolid, sólo hay que saber buscar y regatear). Antes de marchar, hicimos un par de cervecitas en el bar donde habíamos quedado con todos, allí charlamos con el conductor del autocar, un señor muy majo y muy entendido en música. Nos comentó que hay un bar del grupo musical Los Jaguares (por España no han sonado mucho, pero Robert los conocia, para los mexicanos son como Maná), y que si vamos, seguramente nos harían de camareros los propios músicos. Volvemos al hotel, comemos, y nos vamos a las piscinas. Por la noche tenemos cena temática en el Rodicio, donde hacen comida brasileña (de los 4 que ibamos, a mi fue a quien más le gustó, a Robert en cambio, no le gustó nada).Domingo 27. Volvemos a tener un día de descanso para disfrutar del hotel. Nos vamos a la playa del hotel , para coger una Banana (también gratuita 1 hora al día). Realmente divertido, aunque Robert y yo nos caímos bastantes veces al agua. Después piscinas, cócteles, más piscinas y comida. Decidimos que como esa tarde no teníamos nada que hacer, y en el hotel ya lo habíamos hecho prácticamente todo, iríamos a pasear por Playa del Carmen, pero esta vez de noche. Fue una idea bastante buena, pues el ambiente nocturno de este lugar, le da un toque muy especial, lo recomiendo. Hicimos las últimas compras, y nos acercamos a tomar unas cervezas al bar de los Jaguares. Como nos dijo el conductor el día anterior, nos sirvió uno de los músicos del grupo, un chico majísimo que luego se ofreció a hacernos una foto y todo. También estuvimos en un bar roquero, pero ahí nos metieron una clavada por 8 cervezas que no veas.
Tulum , Xel-la
Lunes 28. De nuevo volvemos a la rutina de las excursiones, ya teníamos ganas después de dos días tan relajados. En esta ocasión el destino es Tulum y el parque de Xel-ha. Pese a haberla visto el año pasado, este año conseguimos una explicación del bello lugar, lástima que no pudiéramos haber visto el amanecer desde aquella playa, debe ser precioso. Posteriormente nos dirigimos al parque natural de Xel-ha, otro de los sitios que nos quedamos con las ganas de ver el año pasado. Xel-ha es un parque precioso, a simple vista parece pequeño, pero sólo hay que empezar a caminar, para darse cuenta de lo grande que es. Lo primero que hicimos fue (a parte de cambiarnos y quedarnos en trajes de baño) acercarnos hasta el lugar donde podíamos coger unas bicis, para seguir el camino hasta la parte más alta del parque. Desde allí, bajaríamos de nuevo hasta abajo, con la ayuda de unos flotadores gigantes. Por mitad del camino de ida, algunos nos atrevimos a probar la Piedra del Valor, que consistía en saltar desde cinco metros de altura al agua (hay dos, uno más alto que el otro). A la bajada con los flotadores, E. y yo nos subimos a la Trepachanga, dos cuerdas paralelas, sobre el río de Xel-ha. El equilibrio nos puso a prueba, y yo conseguí vencerlo. Al llegar de nuevo a la parte de abajo, fuimos a comer y reponer fuerzas para la próxima actividad (a nosotros nos recomendaron el buffet libre, pero yo hago todo lo contrario, mejor ir a los otros restaurantes, aunque tengáis que esperar más). Cogimos los equipos de snorkel y nos fuimos a la zona donde se unía el agua salada del mar, con el agua dulce de la laguna. Allí, el tamaño de los peces era de escándalo, tanto, que fui incapaz de hacerle una foto en condiciones a las decenas de peces que nos encontramos, ya que por su enorme dimensión, realmente me daban miedo. Cuando acabamos el snorkel nos dimos cuenta que era la hora de regresar a la van. Por la noche, teníamos de nuevo cena temática, la ultima de nuestra estancia en el Gran Palladium. Esta vez tocaba el japonés, el Sumptuori. Este año, pese a repetir restaurante, conseguimos reservar en la zona en la que el cocinero te hace la comida delante de ti. Un espectáculo. La comida muy buena.
Xcaret,
Martes 29. Me despierto a las 6.45 de la mañana. Teníamos contratada la excursión del parque de Xcaret, junto con el nado con delfines, que era a las 10 de la mañana, por lo que teníamos que estar allí una hora antes, para poder hacer la confirmación. Habíamos quedado a las 7.45 en la recepción del Kantenah, con una de las otras parejas. El transporte corría por nuestra cuenta, pues no lo contratamos. Antes de despertarme, Robert se había levantado. Yo lo escuché y sólo abrí un ojo para decirle “Robert, mira los billetes de avión”. Llevábamos una semana diciendo que teníamos que mirar los billetes de avión, para saber la hora de llegada a Barcelona, pues tenia que decírselo a mis padres, que eran los que nos vendrían a buscar a los cuatro. Menos mal que los miramos, pues nos llevamos una sorpresa, aunque no fue una buena sorpresa, sino todo lo contrario. Nos marchábamos ese mismo día. Todos habíamos estado confundidos durante toda la estancia, pues creíamos que el día de salida era el miércoles 30, para llegar el 31 a Barcelona. Nos pusimos hiper-nerviosos. Le dije a Robert que llamara a R. para darle el sorpresón. Inmediatamente, nos encontramos donde siempre y nos dirigimos a la recepción para convencer a la otra pareja, que no podían marcharse hasta que no anulásemos nuestras excursiones en la agencia, pues ellos eran los que tenían el billete, y era para los seis. Finalmente, los convencimos y esperamos hasta que abrieron la agencia. El chico que nos atendió fue muy amable y nos los arreglo todo para que ellos se pudieran ir a Xcaret, y a nosotros devolvernos el dinero (por cierto, hoy día 12 de septiembre de 2006, lo hemos cobrado). Ya un poco más tranquilos, aunque enfadados por el despiste, nos fuimos a desayunar. Tras llenar el estomago, pues era nuestro ultimo desayuno allí, nos fuimos a las habitaciones a hacer las maletas. Lo dejamos todo preparado para en la ultima hora, poder ducharnos en los vestuarios que tienen preparados el hotel para estos casos. Nos fuimos a la piscina grande, y al bar de la misma a tomar los últimos cócteles de despedida. Luego, visitamos el SPA. Era enorme, y no tenia nada que envidiar a los mejores de España. Allí nos relajamos y nos quitamos los nervios de la mañana. Fuimos a comer y por ultimo, a ducharnos. Antes de subir al autocar, el ultimo cóctel mexicano de nuestras vacaciones. El vuelo salía a las 16 horas, pero nos avisaron que había un retraso de unas horas. No embarcamos hasta las 17.30. Para colmo, al subir al avión nos avisaron que, debido al Huracán Ernesto, debíamos desviar la ruta hacia Jamaica, por lo que el viaje se alargaría una hora y media más. Pasamos casi todo el viaje durmiendo, excepto en los momentos de la comida y desayuno. Al llegar a Madrid, nos avisaron que habíamos perdido el vuelo de enlace a Barcelona. Parecía que la buena suerte de la ida, no la estábamos teniendo a la vuelta. El lío para recoger las maletas fue aun peor. Creíamos que las perdíamos. Tuvimos que facturarlas de nuevo, y pasar todos los controles otra vez. Finalmente, llegamos a Barcelona sanos y salvos el miércoles 30 de agosto, tras un último vuelo algo movidito. Mis padres nos esperaban allí ansiosos. Por fin habíamos disfrutado de nuestra luna de miel en México, aunque un año mas tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario