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Este blog lo he creado para ir metiendo en mi cajita, todo aquello que irrumpe en mi vida. Y así, con la humilde intención de ir compartiendo mis cosas, es que os dejo entrar en mi Caja de Nolfar.







jueves, 17 de junio de 2010

Carcassone _Octubre del 2006_


Sábado 7 de octubre de 2006, nos disponemos a salir en coche hacia Carcassone, Francia.
Antes paramos a llenar el depósito de gasolina, más vale prevenir que curar. El viaje se hace corto, al fin y al cabo sólo son unas 3 horas y media de carretera (desde Barna claro). Sin embargo tenemos muchas ganas de llegar. Encontrar el hotel no fue difícil, pero llevábamos la ayuda del navegador, si no, puede que hubiésemos tenido que preguntar, pues no hay muchas indicaciones por el camino que ayuden.

El hotel “Rue Barbacane”, es prácticamente nuevo. Se abrió en julio del 2006, así que nos dio la sensación de que estrenábamos las instalaciones.
No es muy grande ni muy lujoso (tiene 3 estrellas), pero cuenta con dos importantes ventajas: la primera es que es apartamento, y cuenta con una pequeña pero apañada cocina (y dado que Francia no es del todo barato, nos fue genial a la hora de ahorrar algún dinero en comidas); la segunda ventaja es que está a 5 minutos andando del Castillo Medieval de Carcassone, el más grande de Europa (y no exagero, son 5 minutos contados, y porque es cuesta arriba, que si no seria menos).
Las desventajas, bueno, yo no vi muchas, al fin y al cabo sólo íbamos para 4 noches, y por lo tanto no teníamos grandes exigencias, aunque si lo ví algo soso, supongo que al ser nuevo, les falta todavía cosillas, pero vamos, algún cuadro en las habitaciones no estaría nada mal.
También encontré a faltar algunas cosas en la cocina, como mantel y servilletas, cucharillas pequeñas de postre-café (tuve que comer los yogures con cuchara sopera, casi no cabía dentro del envase) y estropajo y algún producto para limpiar los platos. Por lo demás muy bien. Como llegamos a las 12.30 del medio día, después de descargar las maletas y meter la comida-bebida en la nevera, decidimos ir directamente al Castillo para chafardear un poco y comer allí.
Nada más meterte en los caminos medievales, tu mente se traslada a otros tiempos y comienza a imaginar como sería la vida en aquellos tiempos. El recinto medieval está muy bien cuidado, lo restauraron hace muchos años y la verdad es que lo mantienen muy bien, prácticamente está intacto.
Entre sus callejuelas, hay muchas tiendas donde venden típicos productos medievales y también franceses: juguetes medievales, chocolate, aceite, jabones naturales, caramelos, joyas, trajes medievales, etc. A parte de las tiendecitas, lo que más puedes encontrar entre las calles del Castillo, son restaurantes. Está llenito, y normalmente tienen además de carta, diferentes menús que van entre los 10 a los 20 euros (en un mismo restaurante puedes encontrar varios menús de diferentes precios), bebida y cafés a parte.

Los camareros suelen chapurrear el castellano, aunque lo mejor es saber francés o inglés. Finalmente escogimos un restaurante muy cuco, allí probé dos platos típicos de Francia y de la zona: el paté de Campaña y la Cassoulet (plato muy calórico y pesado, pero a mi parecer, riquísimo, lleva judías blancas, longaniza y un trocito de pato, pero con caldo).
Por la tarde nos fuimos con un mapa y una guía que nos dieron en la misma oficina de turismo del castillo, a la ciudad de Carcassone, al casco antiguo, lo que le llaman La Bastida.

Recorrimos los lugares medievales (catedral, iglesia, mercado, etc), y pasamos prácticamente toda la tarde, o esa sensación nos dio a nosotros, puesto que allí a las 19 h. de la tarde, ya no hay prácticamente nadie por la calle. Su horario laboral creo que va desde las 7 de la mañana a las 18.30 o 19 de la tarde, luego se meten en sus casas, y yo diría que no vuelven a salir hasta el día siguiente, porque las calles se veían tan vacías, que a las 20 de la tarde nos daba la sensación de que eran las 12 de la madrugada.

El domingo,
Volvimos al castillo, pues todavía nos quedaban muchas cosas por ver y descubrir. Por la mañana entramos en el Castillo propiamente dicho, tras pagar 6 euros por persona y coger una autoguia por otros 6 (para parejas), recorrimos todas las estancias del mismo.
Una pasada, la verdad. La época Medieval siempre me ha emocionado y la considero de mis favoritas, pero después de este viaje, todavía lo es más. Después de la visita, fuimos a ver el “Canal du Midi”, con la intención de coger una barquita que nos llevara a dar una vuelta, pero tenían horarios, y quedaba mucho hasta la próxima salida, así que fuimos a comer al hotel.
Por la tarde hicimos una sesión intensiva de películas (nos llevamos un DVD portátil y le dimos un tute impresionante). A eso de las 20 de la tarde decidimos salir un rato, y fuimos a tomar unas cervezas a la ciudad. Encontramos un bar abierto y allí tomamos unas cervezas para acabar de pasar el día.
El lunes 9,
Decidimos hacer una ruta de excursiones por varios pueblos cátaros: Lagrasse (preciosa abadía medieval, donde aun residen monjes), Termes, Limux (donde acabamos comiendo en un Mcdonnalds, pues a las 14.30 no fuimos capaces de encontrar ningún restaurante abierto o que dieran comida), entre otros.
En uno de esos pueblos, pudimos ver la casa de Nostredamus (ya especificaré mejor los nombres, pues no me acuerdo de todos).

El martes, 10 fuimos a Montpelier.
Una bonita ciudad con un bonito casco antiguo. Su catedral es impresionante, muy bonita (aunque me gustó mas por fuera que por dentro).
Allí comimos algo que nos pareció típico, dado que la mayoría de personas lo estaban comiendo: un bocadillo. Nos pareció curioso, pues la gente prefería el bocadillo a un menú, y además se lo comían de camino a sus trabajos o escuelas, mientras caminaban por la calle.
Lo pedimos de 4 quesos calientes, y la verdad, estaba riquísimo. Por la tarde de regreso, hicimos todavía 2 paradas más, una en el pueblo medieval de Minerve: increíble su situación, ya que está entre una especie de barrancos.
Muy bonito y recomendable, eso sí, no hagáis como nosotros, e ir prontito, cuando todavía haya ambiente, porque cuando nosotros llegamos ya estaba todo cerrado y sin gente, y perdía encanto.
La siguiente parada fue de casualidad, pues ya habíamos decidido ir al hotel. Pero por el camino ví un cartel que ponía “La curiosité de Laureole”.
Yo lo tenia marcado en nuestro itinerario que habíamos sacado por Internet, así que le dije a mi marido de ir a verlo. Tras un camino más largo de lo que pensábamos, lo encontramos. Se trata de, cómo su nombre indica, algo curioso: en una carretera con algo de pendiente (no exagerada, pero si que la hay), el coche cuando sube, lo paras y lo pones en punto muerto, y en lugar de caer hacia atrás, lo que hace es subir para arriba; es una pasada, el coche nos cogió velocidad y todo; puesto que todavía no nos lo creíamos, lo probamos al revés, con el coche en bajada, y efectivamente, el coche en lugar de bajar de cara, lo que hacía era irse hacia atrás. Es una de esas cosas que hay que verla para creerla.
El miércoles,
Era el día que ya nos volvíamos, así que lo dejamos para usar la mañana de compras. Fuimos al centro comercial y compramos algunos recuerdillos (siempre traemos comida o bebida).
Recurrimos a los quesos, pues en Francia hay una gran y buena variedad, especialmente recomendables los Brie’s y los Camberbert’s. Después, volvimos al castillo a comprar algunos recuerdillos que de allí nos habían gustado.
Mientras buscábamos las tiendas, pasamos por delante de 2 museos que nos habíamos quedado con las ganas de ver, así que entramos. El primero es La Casa Encantada (no tiene nada, pero la oscuridad total a veces da más miedo que cualquier otra cosa) y el segundo el de Los Aparatos de Tortura de la Inquisición (basada en la peli de “el nombre de la rosa”), el 1º) cuesta 6 euros y el 2º) 7 euros.
Depues de comer, cogimos el coche para regresar hacia Barcelona, pero antes todavía nos quedaba una parada:
Narbona. Con una catedral y castillo muy guapos, nos despedimos de Francia, para regresar a casa, que la verdad, “como en casa, en ningún sitio”.

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